La intimidad de una relación puede verse profundamente afectada por un diagnóstico de cáncer de mama. Los cambios en el propio cuerpo, la carga psicológica y los efectos secundarios físicos del tratamiento pueden tener un impacto significativo en la salud sexual y la perspectiva. Recuerdo vívidamente el momento en que tuve que afrontar estos cambios en mi vida y tratar el tema del sexo después del cáncer de mama.
Al recibir el diagnóstico y planificar el tratamiento, ya me di cuenta de que mi cuerpo estaba a punto de sufrir una transformación significativa que alteraría para siempre la percepción que tenía de mí misma. También sabía que esta experiencia no solo me afectaría a mí, sino también a mi pareja. Allí estaba, luchando por mi vida y lidiando con la incertidumbre de mi futuro, la perspectiva del sexo parecía lejana e incluso frívola, pero igualmente importante de reconocer. Recuerdo la primera vez que me quité las vendas de mi cuerpo recién aplanado. Invité a mi marido a venir y echar un vistazo. Su reacción inicial, probablemente basada en el miedo, fue negarse (spoiler alert, cambió de opinión).
Es habitual que las mujeres experimenten cambios en su salud sexual tras el diagnóstico de un cáncer de mama. La cirugía, la quimioterapia, la radioterapia y los tratamientos hormonales pueden afectar al cuerpo de forma que las relaciones sexuales se conviertan en un reto. Recuerdo la aprensión, el miedo: ¿me verán diferente? ¿Podré tener una vida sexual satisfactoria después de esto? Era una montaña rusa emocional que chocaba con la batalla médica que estaba librando.
Una de las primeras barreras que tuve que superar fue el cambio de mi aspecto físico. Perder los pechos y muchos meses de caída del pelo por la quimioterapia no fue fácil. La sociedad impone una imagen de la feminidad que incluye pechos, pelo, pestañas y cejas. Ser "plana" o tener cicatrices donde antes estaban mis pechos me resultaba alienante. Mi reflejo en el espejo me resultaba desconocido. Cuestionaba mi atractivo y me preguntaba cómo afectaría a la relación con mi pareja. No voy a mentir, sigue siendo un proceso continuo de aceptación para los dos.
La comunicación se convirtió en mi salvavidas. Me resultaba crucial expresar mis miedos e inseguridades a mi pareja. Saber que comprendía mis preocupaciones me hacía sentir menos aislada. Al entablar ese diálogo, comprendí que la intimidad no se definía únicamente por el acto sexual o mi aspecto físico. Me di cuenta de que los vínculos emocionales y las experiencias compartidas desempeñaban un papel muy importante en el fomento de la intimidad.
Una parte crucial de mi viaje fue redefinir la intimidad y la satisfacción sexual. Descubrir otras formas de dar y recibir placer fue una experiencia transformadora. Se trataba de adaptarme a la "nueva normalidad" y encontrar alegría y cercanía en ese ámbito. Es comprensible que el camino hacia la aceptación de estos cambios sea personal y varíe de una persona a otra.
Es importante recordar que el miedo, la ansiedad, la preocupación por la imagen corporal y la disminución del deseo sexual son experiencias comunes de las mujeres que viven y superan el cáncer de mama. Es igualmente importante reconocer y abordar estos sentimientos, buscando ayuda cuando sea necesario. En mi caso, fuentes como The Breast Cancer Resource Foundation y Cedars-Sinai me proporcionaron información útil y me ofrecieron una perspectiva empática.
Tu camino hacia el sexo y la intimidad después del cáncer de mama es solo tuyo, cada camino es único e individual. Celebre la fuerza y la valentía que le supuso enfrentarse al cáncer de mama y sepa que, a medida que avanza en su camino, no está sola. No dude en compartir sus miedos, esperanzas y alegrías con su pareja, con otras supervivientes o con profesionales. Sobre todo, sé amable contigo misma, comprendiendo que el camino hacia una vida íntima satisfactoria tras el diagnóstico forma parte de la supervivencia tanto como el propio tratamiento del cáncer.